Irvin Correa nació en la CDMX en el año 2000. Actualmente vive en el municipio de Nezahualcóyotl, Estado de México, desde hace tres años recolecta de este lugar los elementos visuales, conceptuales y emocionales que distinguen su producción artística. En el 2022 egresó de la licenciatura de Artes Visuales en la Facultad de Arte y Diseño (FAD) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Se ha especializado en la pintura, utilizando las técnicas de óleo, acrílico y tintas serigráfícas como medio pictórico, caracterizando su producción la representación de escenas del paisaje urbano y también el uso de objetos encontrados en el mismo paisaje que adapta para volverlos sus herramientas de trabajo. Ha participado en exposiciones individuales y colectivas en prestigiosos recintos nacionales e internacionales, como el Museo de la Ciudad de México y el Museo Soumaya en Ciudad de México, el Museo Palacio de los Gurza en Durango y el UK Mexican Arts Society en Londres, Inglaterra; así como en distintas ferias de arte en México. Entre sus reconocimientos destacables están el primer lugar en el Primer Concurso de Pintura Joven en Sociedad (2020), artista seleccionado en el Primer Premio de Pintura Joven Mexicana (2020), obtuvo una mención honorífica en la Primera Bienal de Pintura Fermín Revueltas (2023), y más recientemente fue beneficiado por el Sistema de Apoyos a la Creación y Proyectos Culturales con la beca Jóvenes Creadores (2024). También ha participado en proyectos especiales de pintura mural para la Universidad Nacional Autónoma de México y en otros festivales de muralismo. Desde el 2020 y hasta la actualidad es miembro y colaborador del colectivo Granada Arte, el cual busca promover, apoyar y visibilizar el arte joven mexicano
STATEMENT
Mi trabajo es correspondiente a mi entorno inmediato, específicamente a los lugares que habito y transito. Me han atraído particularmente aquellos lugares que parecen estar rotos, descompuestos y olvidados, ese tipo de paisajes que solo pueden florecer en las periferias. Mi intención no es denunciar algún tipo de marginación, más bien intento pronunciar la belleza de un espacio en decadencia, un tipo de belleza que radica en resistir la muerte y el olvido. De hecho, para mí es un desafío realizar composiciones a partir de la descomposición de estos paisajes, trato, por decirlo de alguna manera, de construir desde escombros. La mayoría de veces no hay dibujo o líneas preliminares en mis cuadros, mancho directamente sobre el lienzo buscando generar un montón de gestos caóticos, y partiendo de ahí continuo sugiriendo formas hasta llegar a una especie de figuración inacabada, procuro, de algún modo, deambular por una frontera imaginaria entre lo explícito y lo insinuado. Pienso que el interés por disminuir el realismo en mis pinturas me ha motivado a experimentar con herramientas alternativas al pincel y la brocha, llegando al punto de fabricar mis propias herramientas con objetos que encuentro en el suelo citadino-periférico; este procedimiento, además de ayudarme a generar marcas irrepetibles que dotan a la obra de un carácter accidental, me ha permitido reflexionar sobre el paisaje, no solamente en su condición de imagen, sino también como un suceso. El paisaje periférico es un suceso resistente, pasa de ser desperdicio a ser herramienta, del olvido a la memoria y de muerte a resurrección